
¿Les ha pasado que, al llegar finalmente al cine a ver su película…saben qué va a pasar, quién va a decir qué y dónde va cada chiste, por haberlo visto todo en los trailers? En su esfuerzo por pescar audiencia, es práctica común que meses o incluso años antes del estreno, se llene la internet de teasers, trailers, clips, escenas, fotos filtradas leakeadas y chisme de los protagonistas. A simple vista pareciera no tener impacto alguno a la hora de ver la película, pues en la sala de cine la gente se sigue riendo del mismo chiste que desde hace meses ha podido ver en Youtube. Pero basta librarse de ver algo antes de la premiere para darse cuenta de que la cosa no es así.
Con Misión Submarino (Hunter Killer) tuve la gran experiencia de llegar totalmente virgen a la sala de cine. Tan así, que lo único que intuía, gracias a un exhaustivo análisis del título era que, pues… tenía que ver con un submarino. Si ustedes están en la misma situación les voy a hacer el favor de, como es nuestra costumbre en Cameo, no incluir en spoiler alguno. No puedo prometer eso ni siquiera de los sitios más conservadores, pues hasta en los resúmenes más inocentes de la trama he visto mencionados algunos giros de la historia que realmente agradecí ver en el cine, sin ninguna idea de qué sucedería.
Entonces lo que les puedo contar a manera de preparación para la reseña son estos puntos.
* Es una película militar cuya trama involucra a submarinos, fuerzas especiales y políticos rusos y norteamericanos.
* Es estelarizada por Gerard Butler y Gary Oldman, aunque no es spoiler decir que creo que mencionan a Oldman, más por su popularidad, que por la importancia de su papel.
Dicho esto, sumerjámonos en la reseña.
Misión Submarino es el tipo de película militar que no es tan light y fantasiosa como, digamos G.I.Joe, pero tampoco tan seria como una «A Few Good Men», con todo y Nicholson gritando «YOU CAN’T HANDLE THE TRUTH!!».
No. Estamos ante una película de acción que se toma a sí misma lo suficientemente en serio, como para no presentar el típico super soldado que acribilla 100 enemigos sin siquiera recargar su M16, pero tampoco tanto como para que a uno le moleste el hecho de que tanto rusos como norteamericanos hablen todos en inglés por ejemplo. (¡Qué tan bien nos entenderíamos todos si nuestros idiomas fueran sólo «inglés con acento»!).
Perdonando detalles así, uno puede disfrutar sin problemas de todo lo que la receta clásica de una película militar con submarinos incluye : escenas de claustrofobia mientras chorros de agua inundan algún compartimento de la nave, momentos de tensión en el que la tripulación no puede hacer el más mínimo ruido si desea evitar que el enemigo los descubra, emoción ante las órdenes firmes y extremas de un capitán que sabe lo que hace, etc.

Gerard Butler es bastante apropiado para el papel, los años extra que ha acumulado desde que gritó que «¡Esto es Esparta!» le confieren cierta autoridad. Interpreta a un marinero que a pesar de tener vasta experiencia bajo el mar y en desastres previos: ni se graduó de la academia naval Anápolis, ni ha sido nunca capitán. A punta de testosterona, inteligencia y carisma, debe ganarse a la tripulación y encarar una misión tan delicada que (aquí viene otro ingrediente de películas de guerra) si todo sale mal, podría desencadenar una guerra mundial.
Esta vez, la misión es mucho más difícil que «simplemente» matar a los malos. Es más, tiene la complejidad necesaria para que el éxito dependa, no sólo de qué tan ágiles son los soldados con el gatillo o el submarino, sino qué tanto están dispuestos a confiar tanto uno en el otro como en … el enemigo.
Ahí está lo positivo de Misión Submarino, una cuota de psicología mezclada con las balas y la tensión política que hacen de sus 122 minutos de duración, una experiencia satisfactoria en el cine. Pero volviendo al punto inicial, mi experiencia con la película fue mucho mejor gracias a no conocer absolutamente nada de la trama, de lo contrario, estoy convencido de que hubiera sido totalmente distinta. Puedo decir que emergí de las profundidades de la sala sintiendo que, por lo menos, no me torpedearon con demasiada información previa.